126 mujeres condenadas a muerte por el Tribunal Especial iraquí : La pena de muerte es un crimen, en Irak como en cualquier otra parte
AUTOR: Haytham MANNA هيثم مناع
Traducido por Curro L. Vera
Este artículo de Haytham Manna, portavoz de la Comisión Árabe de Derechos Humanos, publicado el 26 de noviembre en el diario árabe Al Quds Al Arabi, contribuyó al aplazamiento de la ejecución de 9 de las 126 mujeres condenadas a muerte por el Tribunal Especial iraquí, prevista para el viernes 27 de noviembre, día del 'Aid al-Adha, la fiesta musulmana del sacrificio.-Tlaxcala
Cuando publicamos los manifiestos sobre las condenas a pena de muerte y las ejecuciones extrajudiciales en tiempos de Sadam Husein, la oposición iraquí hizo suyos nuestros manifiestos y los distribuyó. Incluso han llegado a reunirse en el Kurdistán iraquí varios dirigentes de las dos mayores organizaciones kurdas, del Partido Comunista iraquí y de otras, para comprometerse a abolir la pena de muerte en el Irak democrático tras la caída del régimen.
Los debates a puerta cerrada entre los partidos islamistas iraquíes (sunitas y chiítas) demuestran que la cultura política iraquí todavía no se ha atrevido a realizar una evaluación profunda y crítica sobre el asunto de la pena de muerte política en el Irak contemporáneo.
No es de extrañar: el movimiento político islamista, con la mayor parte de sus grupos, en la mayoría de los casos ha desempeñado un papel similar al de los neoconservadores en la cultura occidental y se ha opuesto a la derogación de la pena de muerte basándose en la interpretación formal y literal de la idea de matar a una persona según la Ley del Talión (Jus Talionum) que se puede encontrar en los versículos coránicos de las suras Al-Israa/XVII’ (versículo 33), Al-Maida/V (32-33), Al-Anaam/VI (151) y Al-Baqara/II (178).
Se podría decir asimismo ―veinte años después de una declaración colectiva contra la pena de muerte que publicamos durante el bicentenario de la Revolución Francesa― que la cultura de la abolición sigue siendo muy exigua en lengua árabe. Así es: si sumamos todo lo que se ha escrito en declaraciones, artículos y estudios sobre este tema apenas se alcanzan las mil páginas. Y es cien veces más fácil hablar hoy en día de los crímenes de honor que de la abolición de la pena de muerte.
Cuatro quintas partes de las penas de muerte en el mundo árabe y en Irán se deben a causas políticas. Un abogado yemení, Ahmad Alwadii, ha inventariado los casos en los que un legislador yemení recurre a la pena de muerte y ha descubierto 126 actas dentro del código criminal y penal, 166 en el código penal militar, 33 en el código de drogas y 90 en el código de secuestros y de la vendetta. En cuanto a las organizaciones por los derechos humanos, estas han subrayado que la mayoría de los casos de pena de muerte en Irán son de naturaleza política. Es una lástima por tanto que un islamista defienda la pena de muerte cuando el índice de islamistas entre las víctimas de dicha pena de muerte es el más elevado en relación con otras corrientes de la oposición política.
A primera vista, y para todo aquello que se refiera a asesinato, se suele interpretar que los crímenes de estado son infinitamente más violentos y graves que los asesinatos cometidos por los individuos. Además, esta pregunta no concierne únicamente a la seguridad del Estado, sino que es aplicable también a las desgracias de la guerra, a las masacres colectivas y a las agresiones. Independientemente de su grado de peligrosidad y gravedad, se entiende también que a los crímenes cometidos por los individuos no les influye de manera positiva la existencia, la ausencia o la congelación de la pena de muerte.
Los conceptos de la intención penal, de la importancia de la sanción y de su eficacia han evolucionado tras el siglo I de la era cristiana, y dicha evolución continuó hasta la aparición de la Lex Cornelia que eliminaba la pena de muerte. Por ironías del destino, este quiso que con el período de retirada de Europa, Ibn Al-Arabi fuera el primero en reivindicar la abolición de la pena de muerte, pues «aquel que otorga la vida, loado sea, es el único que tiene el derecho a quitarla».
Es la misma idea en la que se basó Víctor Hugo cuando, en su discurso ante la Asamblea Nacional en 1848 durante el debate sobre la abolición de la pena de muerte, dijo lo siguiente: «El siglo XIX es la era de la abolición de la pena de muerte. El hombre no tiene derecho a destruir aquello que solo Dios creó. Pues bien: es Dios el que dio vida al criminal. Así pues, los hombres no tienen derecho a quitársela». Pero el poeta Lamartine precedió a Víctor Hugo diez años antes ante el mismo parlamento cuando dijo que no era la muerte lo que había que aprender a temer, sino la vida lo que se debería aprender a respetar.
La herencia estalinista no difiere mucho de la de la extrema derecha occidental (fascista, nazi, neonazi, neoconservadora…) en su actitud miserable y su práctica repulsiva de la ejecución judicial y extrajudicial. No obstante, la colonización occidental trajo consigo la pena de muerte a los países colonizados y la aplicó aun cuando esta ya estaba abrogada en la metrópolis, lo que muestra a las claras una actitud de desprecio y racismo. En cuanto a la historia de Egipto, no se puede pasar por alto el proceso de Denshawai en 1906, que volvió a traer a este país las sogas de la «pequeña» Bretaña junto a las ejecuciones públicas de campesinos inocentes contra los que el tribunal Al-Makhsouma (un tribunal mixto especial sin vinculación alguna con el código penal) dictó penas de muerte.
Se podría decir que el siglo XX conoció un fuerte movimiento abolicionista, durante el cual más de 120 estados se adhirieron a la abolición de la pena capital. Cierto es que se convirtió en cuestión de orgullo para un ministro de Justicia el preparar una ley que anulara esta pena. En semejante ocasión, el ministro suizo de Justicia dijo lo siguiente: «Jamás podré imaginar que un Estado en el que reine la democracia y los principios de la humanidad pueda desempeñar el papel de “verdugo”. El papel de un Estado es el de extirpar el mal de sus raíces, el de trabajar con vistas a hacer entender el error a aquel que lo haya cometido mediante la rehabilitación y la educación». Y su homólogo belga apuntó lo que sigue: «Hemos aprendido que la forma de respetar la vida humana consiste en rechazar fuera de contexto la muerte de una vida humana en nombre de la ley». Por lo que respecta a su homólogo francés, mientras se mostraba orgulloso porque Francia fue el primer país europeo en prohibir la tortura y uno de los países precursores en la abolición de la esclavitud, manifestó lamentar que su país hubiera sido el último en abolir la pena de muerte en 1981, al tiempo que atemperó su entusiasmo nacionalista (los revolucionarios de 1789 propusieron la anulación del sistema real y de la pena de muerte y los representantes del pueblo debatieron esta cuestión en 1791, siendo abolida en Francia por primera vez en 1848).
¿Cuál es la diferencia entre un caníbal que come carne humana y aquel que, en nombre de la ley, corta cabezas de hombre como si fueran de animales? Quizá se trate únicamente de una diferencia temporal, aunque también de civilización. Por esta razón, el jeque Abdallah Al-Alaili consideró la pena de muerte en el Islam como parte de los decretos temporales y no como un decreto absoluto, como es el caso igualmente de los castigos corporales que son, a su entender, aplicables en función de su representación, y no en su sentido literal.
La aceptación de la congelación de la pena de muerte por parte de varios países y de varios pensadores musulmanes constituye quizá una etapa transitoria necesaria en el camino hacia su abolición. Sin embargo, ¿se trata de una crisis cultural e histórica o existen unas ideologías extremistas dentro de nuestra vida cotidiana, ocultas tras el texto coránico, sentimientos chovinistas reaccionarios o escudados en la peste comunitaria, que fomentan, tomando prestada la frase de J. Imbert, «el amor de los placeres crueles, el instinto sanguinario»?
El proceso a Sadam Husein y las imágenes de su ejecución hicieron resurgir todos los rencores de un pasado enterrado: fiestas el día de Aid o, peor aún, ritos de venganza en la ciudad de la ciencia y la sabiduría, en Nayaf. El partido político sectario ha descubierto los sentimientos más instintivos y los ha explotado como ya hizo la «pequeña» Bretaña en 1941, cuando ejecutó a los tres oficiales nacionalistas iraquíes, y en 1949 cuando defendió la ejecución política de los mandos del Partido Comunista… Tal y como recordó Haifa Zankanah es su artículo «Los programas comunista y de la Dawa (predicación) en Irak: la ejecución es una reivindicación de las masas», publicado en el Ittihad al-Shaab, el órgano del partido, el 13 de marzo de 1959: «Por lo que respecta a los trabajadores de Ain, en nombre de los niños inocentes y de las madres que los perdieron, en nombre de la sangre pura de los mártires de Mosul… se arrastraron por esta ciudad y sus alrededores los cadáveres de los criminales corruptos».
¡Es una vergüenza para la vida política de un país que los eslóganes que glorifican la pena de muerte atraviesen el conjunto de su geografía política!
Según una noticia que no ha desmentido nadie, el gobierno iraquí está decidido a aplicar la pena de muerte durante el primer día del 'Aid al-Adha a nueve mujeres de las 126 que han sido condenadas a muerte todas ellas. Parece que la «democracia» a la americana requiere la utilización de todos los medios en las campañas electorales, la corrupción financiera mediante sobornos, pasando por la instrumentalización de la ley electoral y la utilización de todas las mezquindades sectarias, los rencores enterrados y los bajos instintos. La «pequeña» Bretaña hablará de un proceso equitativo, aunque sea contra la pena de muerte. No se sabe aún la postura de la administración Obama, pero es de prever que no intervendrá en la «independencia de la justicia iraquí».
En cuanto a las estadísticas, nos recuerdan a diario que el 91% de las penas de muerte se dan únicamente en seis países: China, Irán, Irak, Pakistán, Sudán y los EE. UU. La batalla que nos enfrenta a la pena de muerte es complicada y difícil, pues es una batalla contra el salvajismo que domina el inconsciente humano, contra el oscurantismo enmascarado de Occidente y de Oriente y contra la sacralización de la institución jurídica y de sus decisiones en la historia árabe e islámica.
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