por David Ray Griffin*
El profesor David Ray Griffin es una distinguida personalidad en el movimiento por la verdad sobre el 11 de septiembre en los EEUU y viene de realizar una gira en Europa dando varias conferencias que ha contado con numeroso público y que reproducimos aquí a continuación. El profesor Griffin hace un balance de cómo ha evolucionado la visión en su país acerca del 11/S: numerosas asociaciones profesionales se han creado y han realizado estudios, análisis e investigaciones científicas que demuestran la gran mentira de la versión oficial del presidente Bush de estos atentados. El FBI por su lado ha indicado no contar con ningún elemento permitiendo de acusar a Osama Bin Laden como responsable. También se ha demostrado que las pretendidas llamadas telefónicas de los pasajeros hechas desde los aviones secuestrados nunca existieron. La versión gubernamental no tiene ya ninguna consistencia.
He titulado mi conferencia «Un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre». Al sugerir que es hora ya de ver aquellos hechos con nuevos ojos, estoy pensando sobre todo en los que decidieron, desde hace mucho tiempo, que los atentados del 11 de septiembre se desarrollaron de la manera en que los describe la administración Bush-Cheney, y como se afirmó en los informes oficiales; estoy pensando en los que creen que el Movimiento por la Verdad sobre el 11 de septiembre, que pone en duda aquella versión de los hechos, se compone de adeptos de la teoría de la conspiración, desprovistos de toda capacidad de juicio objetivo. Esas personas, en su mayoría periodistas, que se han forjado su opinión desde hace tiempo, son impermeables a cualquier argumento que presente nuestro Movimiento. Se conforman con levantar los ojos al cielo y continuar su camino.
Pero nuestro Movimiento, al igual que los elementos con los que contamos, ha evolucionado considerablemente en estos tres últimos años. Rechazar de entrada nuestros argumentos, sin tomarse el tiempo necesario para examinarlos, no es un acto racional. Hoy más que nunca resulta inconcebible el levantar los ojos al cielo sin demostrar la naturaleza irracional de aquellos a los que se trata de desacreditar llamándolos «adeptos de la teoría de la conspiración».
Mi conferencia se dirige también, aunque indirectamente, a mis amigos, miembros del Movimiento por la Verdad. Algunos de ellos estiman, efectivamente, que como Bush y Cheney ya no están en funciones y como la administración Obama ha revocado algunas de las políticas basadas en los hechos del 11 de septiembre, ya no es tan importante que se sepa la verdad. Otros, al ver que la administración Obama sigue partiendo del principio que fue al-Qaeda quien atacó los Estados Unidos el 11 de septiembre, han llegado a la conclusión que no hay esperanza alguna de que se sepa la verdad y que lo mejor que podemos hacer es rendirnos.
Quiero decirles a todos ellos que la búsqueda de la verdad es ahora más importante que nunca, ya que muchas políticas, empezando por la guerra en Afganistán, no han sido modificadas. Además, la actual coyuntura, en la que los cambios políticos vienen a agregarse a la evolución de nuestro Movimiento, nos ofrece actualmente, por vez primera, una posibilidad razonable de obtener una verdadera investigación.
Entraré ahora en el tema de mi conferencia. ¿Por qué los adeptos de la teoría oficial de la conspiración tendrían que aceptar echar una nueva mirada al 11 de septiembre. Y estoy utilizando con toda intención el término «adeptos de la teoría oficial de la conspiración». Muy a menudo, la gente que cree en la teoría oficial sobre el 11 de septiembre llama desdeñosamente a los miembros del Movimiento por la Verdad «adeptos de la teoría de la conspiración», lo cual no es racional. Se habla de conspiración cuando varias personas conspiran en secreto para cometer un acto ilegal, como un asalto contra un banco o cualquier tipo de estafa.
Creer en una teoría de la conspiración, cuando se trata de un hecho, significa simplemente creer que ese hecho es resultado de una conspiración. Según la interpretación del 11 de septiembre que hizo el tándem Bush-Cheney, y que se convirtió en versión oficial, los atentados fueron resultado de una conspiración entre Osama Ben Laden y 19 miembros de al-Qaeda. Esa versión oficial es, por consiguiente, una teoría de conspiración.
Eso quiere decir que cada cual defiende su propia teoría de la conspiración sobre el 11 de septiembre. El debate sobre el 11 de septiembre no es, por consiguiente, un debate entre adeptos y antiadeptos de la teoría de la conspiración. Se trata simplemente de un debate entre quienes aceptan la teoría de la conspiración de la administración Bush-Cheney y los que se inclinan por una teoría alternativa, según la cual el 11 de septiembre fue producto de una conspiración en el seno de esa administración.
Los defensores de la teoría oficial de la conspiración no pueden por tanto, de manera racional, rechazar la teoría alternativa simplemente porque se trate de una teoría de la conspiración. La única interrogante racional que hay que plantearse es la siguiente: ¿Cuál es la teoría que mejor se sostiene en base a elementos probatorios?
Quiero precisar que cuando utilizo el término «teoría oficial de la conspiración» no lo hago de forma peyorativa. No hay nada de malo en el hecho de creer en esa teoría. Yo mismo la acepté, al principio. El problema es saber si usted cree en ella verdaderamente, si usted está tan convencido de la teoría oficial que eso le impide ver de manera objetiva los elementos que puedan contradecirla.
Razones para ver con escepticismo la teoría de la conspiración de Bush-Cheney Hoy más que nunca resulta irracional seguir creyendo en la teoría oficial de la conspiración, ya que disponemos de muchos elementos nuevos en comparación con el momento en que se grabó esa teoría en las mentes.
No sabíamos en aquel entonces, por ejemplo, que la administración nos iba a contar mentiras enormes, que provocarían a su vez millones de víctimas, entre ellas miles de americanos. Y mucho antes de mentir sobre las armas de destrucción masiva en Irak, la Casa Blanca había ordenado a la Agencia de Protección del Medio Ambiente, justo después del 11 de septiembre, que mintiera sobre la calidad del aire en el lugar donde se encontraba el World Trade Center.
El resultado es que alrededor del 60% de las personas que participaron en las operaciones de salvamento o de limpieza de los escombros hoy en día están enfermas, cuando no están muertas, y que la cantidad que va a morir como consecuencia de diversas enfermedades va a ser probablemente superior al número de víctimas que dejaron los propios hechos del 11 de septiembre. Ante tales hechos, sería difícil afirmar que la administración Bush-Cheney no estaba moralmente implicada en la organización del 11 de septiembre y en la disimulación de estos.
Tenemos también otras razones, poco conocidas en aquel entonces, que nos llevan a ser escépticos en cuanto a los informes oficiales. La mayoría de la gente creyó que la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre se encontraba bajo la dirección de sus dos copresidentes: Thomas Kean, ex gobernador republicano, y Lee Hamilton, ex miembro demócrata del Congreso. Por consiguiente, aquella Comisión Investigadora parecía independiente, y no partidista. Pero la Comisión estuvo en realidad bajo la dirección de Philip Zelikow.
Fue Zelikow quien dirigió el equipo de 85 personas y quien se encargó de elaborar el Informe de la Comisión Investigadora sobre el 11/9. Y Zelikow era ante todo un miembro de la administración Bush-Cheney, cercano en particular a Condoleezza Rice, con quien coescribió un libro. Gracias a un libro de Philip Shenon, periodista del New York Times, sobre la Comisión Investigadora, ahora sabemos que Zelikow se mantenía en contacto con Rice, al igual que con Karl Rove, por aquel entonces secretario adjunto de la Casa Blanca. Shenon revela que, incluso antes de que el equipo comenzara su trabajo, Zelikow ya tenía trazadas las grandes líneas del Informe, y hasta había escrito los «títulos y subtítulos de los capítulos y títulos de secciones». Shenon nos dice también que Kean y Hamilton se habían puesto de acuerdo con Zelikow para que el equipo no conociera la existencia de aquel plan preestablecido.
En el libro que escribieron juntos sobre la Comisión Investigadora, Kean y Hamilton acusan a los «partidarios de la teoría de la conspiración» de que no basan sus teorías en los hechos sino que parten de sus teorías para buscar hechos que las corroboren. Kean y Hamilton afirman que, por el contrario, la Comisión Investigadora se basó en hechos probatorios y no en una conclusión: «Estábamos allí para oponer una teoría o una interpretación del 11 de septiembre a otra», escribieron. Admitieron, sin embargo que Zelikow atribuyó «el tema de al-Qaeda a [uno de los miembros del equipo]», a quien se le pidió «contar la historia de la más lograda operación de al-Qaeda: los atentados del 11 de septiembre». Si eso no es partir de una teoría, ¿de qué otra forma se le pueda llamar?
Si la Comisión Investigadora no fue independiente de la administración Bush-Cheney, ¿qué se puede decir entonces del NIST (el Instituto Nacional de Normas y Tecnologías), que redactó los informes oficiales sobre la destrucción del World Trade Center? El NIST es una agencia del ministerio americano de Comercio. Era, por consiguiente, una agencia que dependía, en aquel entonces, de la administración Bush-Cheney y se encontraba bajo la dirección de una persona nombrada por aquella administración.
Un ex empleado del NIST reveló recientemente que este organismo fue «ampliamente desviado del campo científico hacia el campo político». Los científicos que trabajaban para el NIST, afirma esa persona, «perdieron [su] independencia científica, y no eran más que ‘ejecutantes’». Y agrega: «Todo lo que producían los ejecutantes pasaba por el filtro de la dirección, y se evaluaba según criterios políticos, antes de la publicación.»
Además, según esa persona, los informes del NIST sobre el World Trade Center también tuvieron que ser sometidos a la aprobación de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y del Buró de Administración y Presupuesto –«brazo del Buró Ejecutivo del presidente»–, quien a su vez «había delegado especialmente a una persona para que supervisara nuestro trabajo.
Los informes del NIST, que afirman que las Torres Gemelas y el edificio 7 se derrumbaron sin ayuda de explosivos, son más informes políticos que científicos –lo cual confirma cualquier examen serio. No se concibe que los autores, personas que ostentan diplomas de física y de ingeniería, pudieran creer realmente lo que allí escribieron.
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*David Ray Griffin, es profesor emérito de filosofía de las religiones y de teología en la Claremont School of Theology y la Claremont Graduate University.
Es también codirector del Center for Process Studies, que divulga y desarrolla la corriente filosófica de Alfred North Whitehead, basada en las ciencias.
Griffin ha publicado 34 libros, entre ellos 7 sobre el 11 de septiembre, 3 de los cuales han sido traducidos al francés: Le Nouveau Pearl Harbor, Omission & manipulations de la Commission d’enquête (premio de la Fundación Helios en 2006) y La Faillite des médias (medalla de bronce en la categoría Actualidades del Independent Publisher Book Awards en 2008).
Su más reciente obra es The New Pearl Harbor Revisited: 9/11, the Cover-Up, and the Exposé, elegido en noviembre del año 2008 como «Selección de la Semana» por Publishers Weekly (el equivalente estadounidense de Livres Hebdo).
Sus 2 próximos libros estarán dedicados al 11 de septiembre y tendrán por título: Oussama ben Laden: Dead or Alive? y The Mysterious Collapse of World Trade Center 7: Why the Final Official Report about 9/11 is Unscientific and False.
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